Le hice unos pequeños cambios, pero ya quedó.
México roto
Cuando
yo era niño, la posibilidad que yo
imaginara lo que era tenerle miedo a mi país era remota. Ahora, es un bello
sentimiento y me atrevo a decir que nostálgico el recordar como desde mi inocencia
conmemoraba a mi país. Con gran júbilo recuerdo en mi infancia comer algún platillo tradicional y pensar con
alegría que ese alimento tan famoso que toda la gente disfruta provenía de mi
tierra; un sentido de pertenencia que aún no comprendía del todo, pero me inundaba de sobremanera.
Con
orgullo mis cuerdas vocales vibraban cada año al gritar: ¡Viva México! y mi
cuerpo se cansaba de celebrar a los héroes que construyeron nuestra
patria. Ahora imagino el yo de antes y
con tristeza me doy cuenta que las ganas de celebrar de a mi país se me
quitaron, que cada septiembre se ha
convertido en una amarga época, que lejos de ser festiva me parece lúgubre.
Pero, no son los pensamientos de un joven pesimista y melancólico; son los
sentimientos de un país que día con día camina a su ruina.
“México
es un gran país”, “todo está bien” diría nuestro presidente. ¿Seguro? ¿Es un
gran país acaso, aquél cuyos gobernantes son unos ladrones? O tal vez, ¿un país
donde la manera en la que sus personas hacen valer sus derechos es robando y
saqueando trabajadores inocentes? Un país que en las derrotas es abandonado por
su gente, la misma que acude y se enaltece en sus victorias. Un país en donde
la educación y la salud no son consideradas tan altas prioridades como lo es un
equipo de futbol o los centros comerciales; mismo país en donde su gente se
queja de sufrir de racismo por los extranjeros y ellos mismos son los que
menosprecian sus raíces y ven en el dinero el valor de la gente; también quizá
se considera de grandes países que la hija del máximo gobernante, que
probablemente sale de compras diario, acompañada de protección y de los lujos
más altos, con desprecio califique a su gente de proletariado, mientras niños
desamparados están en la calles sin un peso, sin un padre millonario y corrupto que les
compre ropa de marca.
Pero
sobretodo este debe de ser un gran país,
porque no se puede confiar en casi nadie, porque diario sales a la calle con
miedo de que alguien te pueda asaltar; porque temas como la violación, el
secuestro y la trata de personas son habituales, porque cuando una mujer famosa
es agredida, nos mofamos y nos reímos, porque nuestros líderes y los encargados
por velar nuestra seguridad son los primeros en atacarnos y robarnos. ¿Duele
verdad?, duele que a diario los medios de comunicación estén plagados de
desgracias y de penas. Es tiempo de afrontar lo que es evidente; que 43
estudiantes sigan desaparecidos, un aumento en el precio de la gasolina, políticos sumamente enriquecidos y
otros hechos de esta índole no son acontecimientos aislados; son símbolos que
nos aseguran lo que ya debería de ser evidente para todo mexicano; que México
necesita cambiar. Nuestros gobernantes son personas despreciables, que lejos de
haberse metido a la política por amor a su país, pareciese que fue por odio. Que
estos mismos no se cansan de robar y saquear el producto del trabajo de nuestra
gente, pues su avaricia es mucho más grande que su moral. Que nuestra
constitución ya no es un instrumento para hacer valer nuestros derechos, si no
para oprimirlos.
Con
dolor pienso que ahora nuestra bella bandera no viste el verde, blanco y rojo de
independencia y esperanza, si no que viste un negro entristecido por su patria.
Y que nosotros, cual conformistas, no estamos haciendo nada mejor para México
que nuestros gobernantes, escuchamos queja tras queja, pero no vemos ninguna
acción; ya que, desgraciadamente, si hay millones de personas que están obligadas
a vivir en la ignorancia y las que no lo
están viven por decisión.
Entonces, me doy
cuenta que no le tengo miedo a mí país, le tengo miedo a su gente. Y conforme
dejemos que este México avance, amargamente miraremos atrás y recordaremos ese
México biodiverso, que tiene todo para llenar de riqueza a su gente, que tiene
tierra fértil para la vida, climas óptimos y buenos para la siembra, mares y
playas para la pesca, a ese México que fue creciendo de antiguas culturas,
lleno de arte y vida, con una historia increíble de esfuerzo y pertenencia; a
las personas valientes que lucharon por un sueño nacional, a nuestra juventud
emprendedora, a nuestras costumbres; recordaremos con tristeza a ese México
bendecido, que alguna vez fue una nación
con mexicanos que luchaban con su patria; y nos preguntaremos ¿Dónde quedó esa
batalla? Entonces sabremos en lo más amargo de nuestros ser que México sí era
un gran país, pero nosotros nos encargamos de romperloLuis A. Espinosa
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